Me hubiera gustado que me escucharas…
… Cinco minutos. Qué frágil suena eso cuando una lleva años intentando encontrar las palabras justas para explicar lo que pasa por dentro. Y sin embargo, yo las tenía. Había preparado mis notas, mis argumentos, mis emociones envueltas en frases claras, cuidadas. Sabía lo que quería decir. Cada vez que intentaba hablar, me interrumpían. Me daban explicaciones que no había pedido, aclaraciones que no respondían a lo que planteaba. Y cada vez, la conversación se desviaba más lejos de mí. De mis preguntas, de mi dolor, de mi cuerpo.
Mientras eso ocurría, varias cosas pasaban también por dentro:
El tiempo se agotaba. La atención se desviaba. Y yo me enfadaba. No con rabia desbordada, sino con esa frustración sorda que se acumula en la garganta y acaba saliendo en un tono de voz que no reconozco como mío.
Hablé desde ese lugar. Desde ese tono. Desde esa tensión. Y no me gustó.
No me gusta hablar así, no me siento cómoda ahí. No quiero ser esa persona que levanta la voz porque no encuentra otro modo de defender su espacio.
Pero es el único lenguaje que conozco cuando me siento acorralada. Es el código que aprendí cuando no se me escuchaba de otra manera.
Y luego llega la pregunta que más pesa:
¿Qué habría pasado si…
si me hubieran dejado esos dos minutos que necesitaba para explicar lo que llevaba preparado sin ser corregida ni interrumpida?
si yo misma hubiera podido calmarme lo suficiente como para resistir esa interrupción sin perderme en ella?
No lo sé. Pero sí sé que esta visita, esta escena, este malestar los conozco, se repiten una y otra vez en diferentes situaciones y en su conjunto me acercan a algo importante:
Una toma de conciencia. Un espejo. Un deseo renovado de escuchar con más profundidad, no solo a los demás, sino a mí misma.
Comparto aquí lo que quería decir. Lo que habría dicho si se me hubiera dado espacio.
Lo que escribí en alemán, ahora traducido al español. Lo que leí y ensayé previamente para ir preparada y para ser consciente de que no necesitaba más de dos minutos quedándonos aún tres minutos más para conversar…
Visita del adjunto de la Directora Jefe de Psiquiatría
- Tratamiento Alternativo buscando una protección a largo plazo:
- Tratamiento actual: Olanzapina (nuevo, desde hace 2 semanas) + Sertralina (100mg / día desde hace más de 1 año) + Terapia Conductual (desde hace 10 años)
- Resultado: ayuda a corto plazo, salgo de la crisis. Pasados unos meses recaída en depresión mayor a pesar de tener tratamiento completo ininterrumpido.
- Efectos adversos de Olanzapina (nuevo):
- Dolor de cabeza diario
- Contención de líquidos
- Aumento de peso (2 kg en 2 semanas)
- Pérdida del equilibrio
- Tensión en mandíbula, cuello y hombros
- Petición: Explorar alternativa con Terapia Electroconvulsiva (TEC) + Psicoterapia Analítica
- Objetivo: probar opciones no llevadas a cabo durante los últimos 10 años para ver si tienen un impacto positivo a más largo plazo en la prevención de nuevas fases de depresión mayor.
- Motivaciones para el cambio:
- En 3 años: 3 fases de depresión mayor
- Más de 25 meses bajo los síntomas
- Tribunal médico analizando mi capacidad ó incapacidad para trabajar
- Medicación y terapia actual ayudan al principio, pero dejan de ser efectivas después de unos meses
- Cada recaída es más intensa, más difícil de sostener
- Los pensamientos suicidas se hacen más frecuentes
- Quiero reducir el impacto y la frecuencia de las recaídas, no busco hacer desaparecer la depresión, sino la posibilidad de convivir mejor con ella
- Desde 2023 deseo ser madre. Las recaídas interfieren con este deseo
- Pregunta final: Con su experiencia profesional, ¿qué haría usted si se tratara de su propia salud?
- Tratamiento actual: Olanzapina (nuevo, desde hace 2 semanas) + Sertralina (100mg / día desde hace más de 1 año) + Terapia Conductual (desde hace 10 años)
Eso era todo. Dos minutos. Un resumen claro, directo, respetuoso. Y sin embargo, no lo logré decir así.
No se dio el espacio, ni externo ni interno. Y esa es la herida que más duele: la de no poder ser escuchada, ni siquiera por mí misma cuando me dejo arrastrar por la urgencia de ser comprendida.
Hoy, desde la calma, escribo. Escribo porque las palabras escritas no se interrumpen. Porque al escribir, me escucho a mí misma. Porque aquí puedo parar, releer, respirar.
Y si tú, que lees esto, has llegado hasta aquí, entonces también me estás escuchando. Y eso ya lo cambia todo.
Quizás, poco a poco, podamos recuperar esa forma de conversar que no busca tener razón, sino crear puentes.
Una forma de hablar con el cuerpo, con la mirada, con la pausa. Una forma de decir menos… y escuchar más.
Porque a veces, escuchar es el gesto más radical de amor que podemos ofrecer.
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