No te voy a decir quién soy. No todavía, y tal vez nunca del todo.
No por ocultarme, sino porque sé lo fácil que es empezar a clasificar, ya sea por nombres, edades, profesiones… Etiquetas que —aunque a veces informan— muchas veces limitan.
He decidido dejar al margen algunos de esos datos. No porque no existan, sino porque creo que hay otras formas de presentarse: a través de lo que uno vive, de lo que uno siente, de lo que elige contar.
Escribo porque necesito hacerlo. Porque hay cosas que solo toman forma cuando se ponen en palabras. Escribo para ordenar, para entender, para resistir. A veces también para soltar.
Aquí vas a encontrar pedazos de vida. No todos sólo míos, o no siempre de forma directa. Pero todos reales. Fragmentos de pensamiento, memoria, contradicción, deseo, duda. No hay lecciones aquí, ni verdades absolutas. Solo relatos, a veces claros, a veces rotos.
No busco seguidores ni convencerte de nada. Si algo de lo que leas te hace sentir acompañado, comprendido o incluso incómodo… entonces, habremos creado una conexión entre nosotros.
Y eso, para mí, ya es más que suficiente.